Por Elena Morado
Pequeño y tímido, José, apenas
tienes 10 años. Sueñas con ser policía o bombero. Juegas a la pelota, mojas a
tus amigos con los coloridos globos inflados de agua. Bebes agua de naranja y
vistes pantalones cortos, y en todo momento te aguantas las enormes ganas de
llorar.
Pero ¿Sabes, José? Creo que
deberías ir a la escuela, pues ya pasan de las 6 de la mañana y aún estás
acostado en tu cálida cama. Me parece que todavía no llevas puesto el glorioso
uniforme azul marino que tanto te gusta porque te hace ver como el oficial de
seguridad que tanto anhelas ser algún día.
Oye, José, sé que estás muy cansado, pero deberías ir a bañarte con agua calentita y acomodar sobre la tierra los autos de juguete que tienes. También podrías ir preparando la mochila para la escuela.
¡Ay, José! Recuerda no ensuciar
tus pantalones, pues no querrás que se enoje mamá ¿o sí? No te sientas solo,
José. No todo en la vida es salir a divertirse, sin embargo, entiendo que eres
un pequeño y comprenderé si un día te desesperas y te vas con los pinches vagos
de la esquina, pero en ese momento, te pido que no regreses a casa ¿sí?
-
¡Despierta, mocoso! Ya son más de las 6 y tú
disfrutando de la vida, cabrón. Apresúrate a mover esas chingadas piedras, pues
no se vive de a gratis, niño.
-
¡Rápido, José! Acuérdate de vivir para tu
hermano, y para que papá no se enoje.
Vamos, José, pues más de mil
veces te he advertido que no sueñes despierto y que “A nosotros los pobres sólo
nos queda chingarnos” como dice tu papá. Y por favor, deja de meterte esas
ideas tontas de ser policía, pues tu destino es trabajar para tu familia y ya
él mismo se encargará de ti y darte lo que te mereces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario