miércoles, 26 de julio de 2017

CRÓNICA: SE VA LA VIDA EN EL IMSS.


por Elena Morado

@Elena6Morado

Nos citaron a las 9:40 am. El propósito es obtener una cirugía con el oftalmólogo para eliminar una catarata. Llegamos al IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social) UMAA (Unidad Médica de Alta Especialidad) ubicada en Lago de Guadalupe (frente a la plaza comercial). En mis manos sostenía el libro “Las historias de terror del libro rojo de David”. Sin querer la literatura coincidía con mi próxima vivencia.

Después de repetir en 5 ocasiones que veníamos a una valoración con el oculista a recepcionistas, policías, médicos y enfermeras, pudimos entrar a la sala de espera para obtener atención de un especialista. Nos recibieron papeles fríamente, sin un saludo sin una mirada a los ojos. Es que quienes laboran en esta institución, en su mayoría, parecieran los enfermos por falta de empatía, sensibilidad y energía para realizar un trámite o dar información. Están enfermos de la vida; pues a diferencia de quienes padecen enfermedades corporales se quejan, lloran, duermen, comen, se reconfortan, pero ¿Qué hay de los empleados que sólo aceptan y niegan papeles? Son como cadáveres en un gran congelador.

En la tarde, la enfermera aplicó gotas para dilatar la pupila de mi familiar. Una decena de ancianos esperaba también gotas “en sus ojitos”, así decía la enfermera; quien al ingresar al consultorio y cerrar la puerta era más dura y firme en sus indicaciones. Las gotas caían por el rostro de los pacientes, simulaban lágrimas. En cuanto entramos al consultorio recibimos regaños por no obtener la documentación completa, por no contar con firmas y sellos de personas que ni conocemos. Sin contar una serie de órdenes sobre con quién acudir, qué pedir y hasta qué sentir (si te duele o incómoda, es normal y sufres porque quieres). Finalmente, recibimos la indicación de ir a la Clínica 72 de la avenida Gustavo Baz al área de urgencias. Cansadas y frustradas nos dirigimos allá.

El sitio era diferente, pero los enfermos lucían igual: agotados, durmiendo en el piso, sentados en una incómoda silla de metal, mirando al suelo y el reloj a cada instante, y acostumbrados a esperar más de 3 horas para recibir alguna atención, orden o regaño por parte del personal del IMSS. Ingresamos al baño con suma precaución para no mojar nuestros tenis, pues el suelo estaba resbaloso por la gran cantidad de líquido que lo cubría; mientras que los botes de basura escupían más que papel sanitario. Había tanta suciedad en un cuarto de una institución de salubridad. Quizá por ello no podía faltar el jabón líquido y el agua. No pude ocultar mi cara de asombro: Los doctores ya no dan folders para las radiografías, pero sí hay jabón en el sanitario. Debo estar soñando.

Al llegar y sabiendo que la espera sería tardía porque el recepcionista nos indicó que éramos “código verde”, decidimos salir a comer no sin recibir una orden: ¡No se tarden! Era fabuloso salir de un sitio nauseabundo donde sientes que todo apesta y huele a injusticia. La sopa de codito y el huarache de queso me regresaban a la realidad de mi país y de mis instituciones: Come sano, cuídate, mejora tu alimentación porque sale caro enfermarse. Si te duele algo, tendrás que caminar por los pasillos del IMSS, ver caras molestas de enfermeras regañándote, buscando firmas y pases, y desde luego pedir una y otra vez: ¿Puede atenderme? Me duele… Al menos tienes 31 años y aún puedes caminar, correr y tocar con tu dedo índice el hombro de un doctor para pedirle una firma, como si se tratara de un autógrafo.

Al reanudar la visita dentro de las instalaciones médicas, esperamos más y más…Mi compañera se hartó y, aún con la pupila dilatada, preguntó ¿Cuántas horas más, aproximadamente, tardarían en atenderme? El encargado dijo: Es que no es aquí, debe ir a oftalmología. La falta de comunicación, atención e interés hicieron enfurecer a mi familiar, pues ¿Por qué al entregar la documentación no lo mencionaron?

Ya en oftalmología, con sólo 3 personas esperando, y más ánimos porque la espera no sería tanta fuimos rechazadas por no contar con un recado del subdirector acerca del servicio que necesitábamos. Lo buscamos, lo llamamos con la mente, lo imaginábamos y no lo hallamos. La doctora alzó la voz y dijo: “A mí también me han dilatado la pupila” y no hay de otra, necesitan la firma. Con impotencia nos retiramos mientras escuchábamos a la misma doctora recibir y atender a sus amigas: - ¿Qué onda, manita? ¡Pásale! ¿Cómo estás? ¿En qué te puedo ayudar? Mientras cerraba la puerta y los ancianos esperaban.

Finalmente, nos dimos por vencidas obteniendo sólo un trámite y montones de dudas y exigencias. Desde hace 4 meses mi familiar quiere ver mejor, y hoy lo logró, pues vio inmundicia, frialdad y negligencia. Era muchísima.

Salimos a paso lento, mientras sonaba un celular con la canción de “Misión imposible”. Nuestras risas fueron visibles, mientras recibíamos un indeseable “Hasta mañana” del oficial de seguridad que, amablemente, nos abrió la puerta para desalojar el IMSS.

a)    Al salir de la clínica NO te sientes mejor de salud. Hay desesperanza, coraje y tristeza. 



domingo, 16 de julio de 2017

CUENTO INFANTIL: "TAN PEQUEÑA Y TAN VALIOSA".


Por Elena Morado

@Elena6Morado

Existió una vez, una simpática marquita y era agradable porque la gente la consideraba un punto de referencia. Decían: - Para llegar a mi casa, debes pasar por “la marquita negra”. o - Para tomar el autobús del norte, párate en “la marquita negra”. Hasta que un día, la marquita sufrió un cambio, pues como muchos la usaban de referencia para llegar a sus destinos, empezó a tener una modificación, una profundidad, un hueco… A la marquita la gente no la veía ni la encontraba.




Finalmente, la gente seguía usando referencias y ahora decían: - Si quieres tomar el autobús del norte, justamente pasa en donde estaba “la marquita”, pero como ya era inexistente todo mundo se perdía y llegaba a sitios a donde no quería ir, pues cada que quien se paraba en donde pensaba estaba la dichosa “marquita negra”.



 FIN





HISTORIAS MUSICALIZADAS QUE SE NARRAN CON RITMO PARTE 1

  Por Elena Morado. Cuántas veces no tarareamos canciones e imitamos la voz de nuestro cantante favorito porque encontramos algo contagios...